sábado, 16 de julio de 2011

HUGO, ESTAS MUERTO DE MIEDO


Según la enciclopedia virtual Wikipedia el miedo es una emoción caracterizada por un intenso sentimiento habitualmente desagradable, provocado por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado. Es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza, y se manifiesta tanto en los animales como en el ser humano. La máxima expresión del miedo es el terror.
Desde que nacemos la deprivación materna (separación del cuerpo materno) produce estrés, es por eso que el bebé llora, porque es la única conducta que su cerebro es capaz de provocar ante el miedo que experimenta, de allí en adelante son muchas las percepciones a las que nos exponemos y que nos impregnan en la psiquis cualquier cantidad de miedos.
Obviamente dependiendo del medio cultural, religioso o de creencias en que nos desarrollemos y del mapa mental que construyamos, los miedos serán más grandes o más pequeños, serán más intensos o menos intensos, pero de cualquier forma serán miedos.
Históricamente han existido hombres muy “valientes” como tú Hugo, que no te has cansado de desafiar a Dios, al hombre y a la naturaleza; que te has cagado en la madre de Reyes, Presidentes, Políticos, Religiosos y hasta en la madre de todo un pueblo; que has permitido que tus hordas de delincuentes tarifados arremetan contra iglesias, sinagogas, imágenes religiosas y contra todo aquello que no huela a tu miserable revolución.
Pero en esta oportunidad quedaste desenmascarado Hugo, tienes miedo, se te nota en la cara, en los gestos, cuando hablas, cuando actúas; y es que el miedo no te dejo ni siquiera hacer los cambios que Castro te ordenó hicieras, porque tus lacayos no te ladraron pero te enseñaron los dientes.
Desde el punto de vista social y cultural, el miedo puede formar parte del carácter de la persona. Se puede por tanto aprender a temer objetos o contextos, y también se puede aprender a no temerlos, se relaciona de manera compleja con otros sentimientos (miedo al miedo, miedo al amor, miedo a la muerte, miedo al ridículo) y guarda estrecha relación con los distintos elementos de la cultura.
En este caso lo único que has demostrado hasta el sacio es no tenerle miedo al ridículo, porque al miedo le tienes miedo, te acobardaste cuando te llevaron a la Orchila y no tenías la certeza a donde ibas a parar, le tienes miedo al amor y aquí no quiero hacer referencias por respeto a quienes se han involucrado contigo y has despreciado y menospreciado hasta públicamente, pero sobre todo y de esto no me queda la menor duda, le tienes miedo a la muerte.
Yo diría que todos le tenemos miedo a la muerte, las distintas religiones hablan de un tránsito hacia un mundo mejor, no es difícil imaginar algo así, un paraíso. Sin embargo personas de todas las religiones, incluso aquellos que consideran la reencarnación como la opción con la que se explican este tránsito, manifiestan tener este miedo a morir.
Resulta ilógico que, si realmente estamos convencidos de la idea de lo que supone la muerte, ese paso deberíamos verlo como algo positivo y por lo tanto no asustarnos sino todo lo contrario, debería ser una liberación.
Pero esto tiene mucho que ver con lo tranquilos o no que estemos con nuestra conciencia y eso Hugo es justamente lo que a ti te falta, tranquilidad en la conciencia; has hecho mucho daño, lo sigues haciendo, pero ahora la cosa se te puso chiquitica y estás muerto de miedo.
Te entiendo y de verdad no es mi deseo que estés pasando por esta prueba, no se lo desearía ni a mi peor enemigo, pero te confieso que tampoco te voy a mandar a hacer una misa para que se restituya tu salud, prefiero hacérsela a la jueza Afiuni, a Forero o a Mazuco y si llegara a suceder lo peor de pana que preferiría hacérsela a Franklin Brito.
Por último me gustaría expresar lo que una vez escribió la Psicóloga Rosa Montero en uno de sus artículos “no sirve de nada hacer o dejar de hacer cosas por si la muerte nos alcanza, porque realmente llega cuando tiene que llegar y de nada nos sirve huir de ella”. Sucede como en el cuento del hombre que se encontró con la muerte en una ciudad y corrió para huir de ella al desierto hasta una cueva y cuando llegó la noche, se le presento La Muerte y le dijo: “Me sorprendió verte esta mañana en la ciudad sabiendo que ibas a morir en una cueva en el desierto”.

Jorge Olivares Acosta
C.I. 5.603.180
CNP 5.953

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